Intercultural

La sastrería, un arte milenario

Porque todas las personas tenemos distintas tallas de ropa y casi siempre hay que ponerse a medida, siempre se requerirá de los servicios de un sastre.

Esta es la consigna de uno de los confeccionistas más antiguos del centro de Azogues, don José Ignacio Palacios Carrera, quien está convencido que su profesión permanecerá en el tiempo, a pesar del modernismo y de las nuevas tendencias de la moda.

Sin embargo, este hombre de 62 años, es realista y sabe que la modernización, las prendas importadas y la confección en serie de las grandes fábricas, les ha quitado protagonismo a los tradicionales sastres.

De esas épocas gloriosas, cuando todo el mundo se vestía de paño y la elegancia era una de las preocupaciones de las personas, queda muy poco. De los tiempos en que se utilizaba el paño inglés y las telas importadas, sólo quedan los recuerdos.

“Ahora la gente, especialmente la juventud, prefiere otras prendas”, mencionó don José, al trazar la tela para una obra en su taller ubicado en la bajada de la calle Diez de Agosto, entre Rivera y Luis Cordero.

Pero también le aflige otra realidad social, el desinterés de jóvenes por aprender y luego hereden el arte; aunque también hay otra situación un tanto controversial, puesto que en muchos casos la baja rentabilidad no da como para aceptar aprendices, dado que deben cumplir con obligaciones patronales por las leyes implementadas en el país.

“Don Pepe”, como le conocen sus clientes, es oriundo del sector de Joyapal, ubicado en la zona costanera de la provincia del Cañar. El ingreso está por Yanayacu.

Aprendió el oficio a los 16 años de edad con un maestro de la ciudad de Quito, llamado Miguel Zambrano. Empezó como oficial, luego se instruyó de a poco en el corte y costura, para finalmente elaborar ya los trajes.

Llegó a Azogues muy joven y está radicado por más de 40 años. Vino llevado de sus padres José Palacios (+) y Zoila Carrera (+), junto con sus hermanos. Su progenitor era maestro constructor y su arribo obedeció al inicio de la construcción del coliseo de deportes “Eduardo Rivas Ayora”, donde laboró por el año 1970.

Con el pasar de los años hacía de operario, pero se decidió en abrir su taller propio, primero en la calle Luis Cordero, junto al colegio Luis Rogerio González. Unos años después se instaló en las calles Rivera y Sucre, frente al edificio donde funcionaba la Radio Ondas Cañaris. Luego se pasó a la calle Veintimilla; de ahí viajó a Estados Unidos, por el año 1994, donde pasó dos años; a su regreso, abrió nuevamente su taller en la calle Bolívar.

En lo posterior se ubicó en diferentes locales a lo largo de la Diez de Agosto, zona en la que permanece por alrededor de 18 años y en donde trajina a diario en medio de tijeras, tizas, cinta métrica, plancha y otras herramientas que le ayudan a hacer un trabajo a la perfección.

José Palacios, quien es aficionado de la radiodifusión y también chofer profesional, a pesar que ahora cientos de locales se dedican a la venta de ternos, aún atiende a un numeroso grupo que prefiere un traje hecho a la medida y a su gusto. (I)

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