Intercultural

Hermanos Quinteros, últimos herreros de Chuquipata

En la parroquia Javier Loyola, perteneciente al cantón Azogues, tres hermanos conservan la tradición de forjar el hierro y crear un sinnúmero de objetos como candados, faroles, bisagras, picaportes, chapas, lámparas y herramientas para los trabajos del campo.

Son los hermanos Quinteros García, quienes se resisten a que esta actividad desaparezca y hacen de esta actividad su forma de vida. En el lugar no hay más personas que se dediquen a este oficio, a más de uno de sus primos, lo que les acredita como los últimos herreros de Chuquipata.

En una casa antigua de dos plantas, a una cuadra del centro parroquial donde está la iglesia de San Juditas, se emplaza el taller de los artesanos Vicente, Jorge y Teodoro, cuyas edades oscilan entre 56 a 59 años; aquí aún se escuchan los golpes de martillos sobre el hierro.

En la calle Las Herrerías, sus días transcurren entre varillas, vigas y láminas que abundan en su lugar de trabajo como materia prima; no así las obras que de poco han decaído, pero su gusto y persistencia les han motivado a no abandonar el arte.

Vicente comentó que el oficio, así como el taller lo heredaron de sus padres: Rubén Quinteros (+) y Sara García, que se dedicaron a la herrería durante toda su vida.

Sus tíos Alfonso, Rigoberto y Octavio Quinteros también se dedicaban a esta labor, y con mayor razón sus abuelos paternos, considerados como forjadores, quienes herraban a los caballos que pasaban por la parroquia llevando carga para vender en Cuenca, o que también iban al norte del Cañar.

Recuerda que de pequeños solían visitar a sus progenitores y hacían obras diminutas a manera de juego como picos, por ejemplo, conocimientos que más tarde fueron empleados ya en trabajos de magnitud porque hacían entregas incluso en provincias de la Costa, al por mayor.
Manifestó que son siete hermanos, cinco varones y dos mujeres; de todos, los tres han perfeccionado sus destrezas con el tiempo, hasta en la actualidad desenvolverse como herreros de profesión.

Los hermanos Quinteros son especialistas en la elaboración de herramientas para la agricultura como rejas para el arado, zapapicos de todo tamaño, barretas, rastrillos, palas, hoces; además, proveen a los picapedreros de la zona de combos, busardas, puntas y cuñas para romper y dar forma a la piedra.

“Forjamos el hierro, no fundimos; vamos moldeando en lo que está caliente para lograr la herramienta deseada”, aclaró Vicente.

Explicó que el trabajo consiste en calentar el metal hasta que se vuelva incandescente, al rojo vivo, y posteriormente se somete al proceso de forjado. El calentado del material que es reciclable y adquirido a chatarreros, ya sea hoja resorte, varilla, plancha, se realiza en una fragua de carbón vegetal.

Para el artesano, el color es importante a fin de determinar la temperatura y maleabilidad del metal: cuando el hierro es calentado para incrementar su temperatura, primero se vuelve rojo, luego anaranjado, amarillo. Lo ideal para el forjado es un blanco-anaranjado. Como deben ser capaces de ver el color, trabajan con baja iluminación. También utilizan el yunque para forjar, un gran bloque de hierro que, en su caso particular, es parte de un cigüeñal de un barco.

Dijo que las técnicas de la herrería pueden dividirse en: forjado, a veces llamado esculpido o forjadura, soldadura, recalentamiento y acabados. Los acabados son de suma importancia en cada obra sin importar su tamaño, de ello depende un aspecto agradable y fino. Entre más detalles se encuentren más tiempo y trabajo cuesta, por lo tanto, su valor es más alto, pero a la vez la pieza es más atractiva.

Los Quinteros laboran de lunes a viernes, de 06:00 a 17:00, según las obras pendientes. Las de magnitud, como las rejas de arado y barretas las dejan para los martes y miércoles, por la mañana.

Sus clientes llegan hasta su taller, pero también Vicente y Teodoro salen los fines de semana a los mercados de Azogues y Biblián para ofrecer sus creaciones al público. Ofertan zapapicos desde 2 hasta 10 dólares en base a su tamaño, las rejas de 4 a 10 dólares tanto finas como gruesas. La hoz es vendida desde 1 dólar.

Los herreros están dispuestos a enseñar su arte a las nuevas generaciones, e invitan a los jóvenes que se interesen por aprender que acudan a su taller; temen que el oficio desaparezca, una vez que ellos dejen de practicarlo. (I)

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