La música de viento y percusión en la ritualidad cañari

El chirimero, los flautistas y el maestro del redoblante, no faltan en las celebraciones y en las fiestas de la cultura cañari contemporánea. Ellos tocan ritmos ancestrales de su cultura.
Clemente Tenesaca lleva la chirimía debajo de la casaca verde y nadie lo sabe. Cuando ya es hora de trabajar, prolijamente la saca y la toma con tal precisión que no se caiga. Su chirimía ya tienen más de 40 años, la elaboró con madera de chanchaco y caña shira, cuando era joven. Su confección es tan perfecta, que no le da problemas todavía.
El chirimero es un personaje en las fiestas, no puede faltar a las celebraciones. La chirimía es un instrumento que en la cultura cañari se lo escucha en el juego de la escaramuza, el sábado de Semana Santa, en las octavas de Corpus Christi y en la danza de los Tunduchiles (danzantes). También se la escucha en otras celebraciones de carácter religioso, y su interpretación en muchas ocasiones se acompaña con el redoblante, el pequeño tambor.
Clemente la lleva en su bolsillo, porque su chirimía no mide más de 30 centímetros. Conífera, con siete agujeros y una boquilla con doble lengüeta, su instrumento musical de viento autóctono, que se escucha en algunas fiestas musicales, es como su compañera, y es su instrumento de trabajo también.
Aprender a tocar el instrumento de viento de sonido muy agudo, nació del interés de Clemente, nadie le enseñó, fue sencillo dice el hombre que supera los 60 años que junto a su chirimía y a sus nietos en el redoblante, caminan por las comunidades de la provincia tocando música. Su nieto, que en plena fiesta sufre de afonía, aprendió a percusionar el pequeño tambor hace pocos años, tiene 16 años de edad y su aspiración es convertirse en músico y ya estudia el bachillerato.
La flauta y el redoblante como protagonistas
El chirimero y el tamborillero acompañan a la banda tradicional de la comunidad. La música cañari entonada por dos flautas y otro redoblante, se fusiona con los dos instrumentos, juntos hacen melodías para la ceremonia, el rito y la celebración.
La música de los cañaris son tonalidades donde priman las flautas y el tambor. Las flautas de seis y siete huecos, ponen los sonidos del viento. Los hermanos José, Gabriel y Mariano Guamán Chuma, son un clan de músicos que ponen su sello de identidad en las creaciones musicales. Ellos integran el grupo Intiñáñ (Camino del sol) y tienen propuestas musicales interpretadas con los tres instrumentos y otras donde fusionan éstos con guitarra, violín, kenas, acordeón y otra variedad de aparejos musicales.
José es el más joven del clan Guamán Chuma, tiene 53 años de edad y 35 de tocar la flauta. No es músico profesional, sino de oído, lo aprendió de un hermano mayor que era un maestro flautista y trabajaba en la hacienda de Huántug como acarreador de gavillas de trigo. Su hermano aprendió la flauta de la destreza de sus abuelos y amigos, que también eran parte de la gente que trabajó en Huántug
“Interpretamos música cañari y como indígena les doy mi música autóctona”, dice José, que con la flauta hace sonar los ritmos más alegres, ya sean en las fiestas religiosas, las cosechas o los cuatro raymis. José sabe interpretar las melodías para cada ocasión, a su decir, los tonos para las cosechas se entonaban para coger más ánimo, estar tranquilos y contentos con los amigos.
Estos ritmos eran una forma de encontrarse con sus compañeras mujeres, que llegaban con el fiambre (comida), chicha y naranjas, en esos momentos se entonaba esa música cañari.
Tonalidades variadas
Las tonalidades son variadas. En el cargado de las gavillas, la música de viento daba fuerza a los hombres para caminar y subirles el ánimo. Esa música era diferente a la que se interpretaba en las fiestas tradicionales, como son los raymis, porque esos tonos son para estar contentos, entre esas melodías está la música para pasar una buena vida, por ende el ritmo y la letra decía “con la música pasaré una buena vida” y con ella festejaban ese encuentro con los compañeros, una vez al año.
Gabriel Guamán Chuma tiene 65 años, es el más viejo de los tres. A él la música no le llegó como a los demás en Huántug, por cuenta propia decidió aprender a tocar la flauta y con tan solo escuchar a sus amigos, su mente grabó los sonidos. Son 40 años cumpliendo con esa función de flautista en las fiestas y ceremonias.
Mientras José viste un poncho rojo, a Gabriel le cubre un poncho negro que tapa la camisa blanca bordada. Su ropaje es una forma de rendir tributo a ese trabajo que hacían en la hacienda, en los tiempos de cosecha del trigo, los cien varones cortadores quienes pasaban con vestido nuevos, especialmente la cuzhma y la camisa bordada, “todos estaban arregladitos”, afirma.
José en la primera flauta y Gabriel en la segunda, se ensamblan con Mariano en el redoblante de 50 años, hecho de madera y cuero de borrego. Es el cuero de borrego lo que da el tono y permite aguantar los golpes de las baquetas por más de 50 años. Los tres son toda una leyenda en la música cañari, siempre están de giras por las comunidades, con frecuencia se los encuentra en el canal de riego Patococoha, que es el nombre del Tocayta y cada año presentan una comparsa.
La percusión
Mariano tiene 58 años de edad, el número de años de su redoblante es el mismo número de años que tiene como artista. Los ojos fueron los sentidos por donde entró la destreza de la música percusiva, viendo como sus hermanos cogían los palillos y los golpeaban.
Llevar la percusión significa llevar el término del ritmo. “La primera música llevan las dos flautas y el término lleva el redoblante, eso tiene que ser perfecto, justo a tiempo para coincidir con el par de flautas”, explica Mariano, el hombre que junto a sus dos hermanos, ensayan dos horas diarias antes de la fiesta.
Como músicos cañaris, son conocedores de los secretos de los ritmos que salen de la flauta y como cada tonalidad se ajusta a la música de los cañaris. Cuando la celebración es más festiva y menos ritual, los tres hermanos “Intiñán” suman a su trabajo el violín, el acordeón y otros instrumentos entre andinos y occidentales.
Su atuendo festivo también varía, eso sí todos tienen que ser elegantes, pero auténticos. Ellos han nacido para la música y por sus propias palabras se sabe que tienen energía, creatividad y destreza para largo. “La música es vida, tanto como la vestimenta, cuando está frío nos ponemos zamarras y cuzhmas, hoy no llevamos esto porque está calor”, afirma Mariano, quien también luce su poncho negro y sombrero blanco. (BSG)-(I).