Intercultural

La espumilla, una golosina que endulza la vida en Azogues

En la esquina de las calles Matovelle y Solano, para los amantes del dulce, la parada es obligatoria.

Y es que son tres, cuatro y hasta cinco mujeres que a diario atraen el paladar de transeúntes con la venta ambulante de espumilla, un postre que ha alcanzado una identidad gastronómica e intercultural.

Decorado con coco rallado, grajeas y hasta mermelada, así se muestra este manjar ya servido en sabrosos conos, sobre tableros, de donde el cliente puede escoger y degustar de su exquisitez.

Las personas que acuden a realizar gestiones en el Registro Civil, Municipio o simplemente caminan por los pasillos de la Curia, son tentadas por esta golosina que se vende a 25 centavos de dólar.

Blanca Molina tiene experiencia de 14 años en la eleboración de esta espuma cremosa, tipo merengue, preparada con pulpa de guayaba, claras de huevo y azúcar.

Con lo que gana diario contribuye al sustento de su hogar, conformado por cuatro hijos (una mujer y tres varones). Su esposo Carlos Tonato trabaja en la construcción y también le ayuda. Un mejor porvenir incentiva a esta familia a no abandonar el negocio.

Blanca es oriunda del cantón Colta, provincia de Chimborazo. Llegó a la región austral cuando tenía apenas 15 años en busca de oportunidades de trabajo, desde entonces se dedicó a preparar la espumilla, le fue bien y se quedó.

Comentó que su venida obedece también a que su hermana Carmen, quien le enseñó a preparar el producto, se casó con un nativo de San Juan de Gualaceo (Azuay), pero se radicaron en Azogues. Ella le trajo, hasta que se acostumbró a esta ciudad. A sus 29 años, tiene su hogar estabilizado, vive por el sector del estadio “Jorge Andrade”.

Para obtener porciones para 70 conos que salen al día, doña Blanca emplea cuatro huevos, un kilo de azúcar y 30 guayabas. Esto está listo en 10 minutos. El ingreso es de 17,50 dólares diarios.

Con el avance de la tecnología la preparación se simplificó, en la actualidad posee una máquina industrial de 20 litros y se ahorra tiempo y esfuerzo.

Una cernidora y licuadora se suman a sus herramientas de trabajo.

Antes solía hacer a mano, usaba un tenedor para aplastar la pulpa de guayaba y luego con el mismo cubierto batía las claras de huevo hasta conseguir esa consistencia espumosa. Prepara también la mermelada de mora.

Consciente de que algunas veces vende y otras no, la joven mujer sale todos días de la semana, con la firme esperanza de terminar el producto.

Cuando hay clases aprovecha a la salida de los planteles educativos, o durante los fines de semana, feriados o fiestas de Cañar, Biblián.

En el sector de San Francisco tiene su puesto los días sábados y domingos, donde a más de la espumilla ofrece helados de crema en variados sabores.

Suele asimismo ubicarse en el Parque del Migrante, por la zona de la terminal terrestre interprovincial.

Doña Blanca prepara la espumilla con todas las normas sanitarias y espera que el público le ayude a mantenerse en esta actividad, que le da para la manutención de su familia y además conserva esta tradición en Azogues. (I)

Botón volver arriba