En Cojitambo artesanos trabajan labrando de la piedra

Luis Pérez, de 40 años, trabaja desde niño dando forma a las piedras que son utilizadas para revestimiento de paredes de casas y cerramientos.
Su lugar de trabajo está en las faldas del cerro Cojitambo, donde junto a otras 40 personas realiza esta tarea en largas jornadas de hasta 10 horas diarias, a veces soportando el intenso sol o la lluvia.
Esta actividad la heredó de su padre, quien por años aprovecho la piedra que se cree se desprendió de la montaña en tiempos remotos, y rodó varios metros, incluso kilómetros a la redonda, comenta Luis.
Este artesano inicia su trabajo a las 07:00 y termina a las 17:00. Estos días está trabajando cerca del ingreso a la parroquia por la vía que viene desde Azogues. En otras ocasiones trabaja en otros sitios de la montaña, “el lugar depende del tipo de piedra que pida el cliente”, dice.
“Esta labor ha pasado a ser la única fuente de sustento que tenemos los hombres de la parroquia”, añade, cuando habla de las duras condiciones de este trabajo por cuenta propia, que no les da muchos beneficios.
Las personas que se dedican a esta actividad compran la piedra a los propietarios de los terrenos donde éstas se encuentran; llegan a pagar hasta 200 dólares por una piedra de 2 por 5 metros, luego de un arduo trabajo con cuñas y combos para partir las piedras y a punta y martillo para darles forma, pueden recuperar la inversión y una ganancia similar.
Luis trabajando en un pedido de piedra amarilla, la cual debe transformar en bloques cuadrados de 30 por 30 centímetros. “Esta piedra no es como la de río, es más suave, tiene hebra y se puede romper”, explica.
Dice que no se ve realizando otra actividad, ya que ésta era como una tradición que mantenían las familias de Cojitambo, pero lamenta que se vaya perdiendo con las nuevas generaciones.
En la parroquia Cojitambo es casi una costumbre utilizar esta piedra para revestir las edificaciones nuevas; en las casas antiguas, se las encuentra también en gradas y cerramientos. (I)