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Javier Loyola crece al ritmo del progreso

Los puestos de comida instalados a un costado de la vía anticipan el creciente movimiento comercial que tiene la parroquia Javier Loyola de Azogues, desde que en el 2014 empezó a funcionar la Universidad Nacional de Educación, UNAE.

Aunque es época de vacaciones, el cambio se siente: en la avenida Independencia, cientos de obreros levantan dos grandes bloques de aulas. Cerca al campamento, a los dos lados de la vía, hay improvisados puestos de comida, casas convertidas en tiendas y más adelante, llegando al centro parroquial, numerosos letreros de arriendo saltan a la vista. No hay grandes infraestructuras, supermercados o nuevas oficinas de servicios estatales.

Según el censo del 2010, en Javier Loyola hay casi 6.000 habitantes, pero la población ha aumentado y a ellos se suman unos 2.000 más, desde que se construyó la universidad, pero son “flotantes”, dice el presidente de la Junta Parroquial, Carlos Julio León. Ahí se cuentan docentes nacionales y extranjeros, estudiantes de todo el país y trabajadores temporales. El desarrollo de esta pequeña parroquia rural, desde la que hace 197 años llegaron refuerzos para consolidar la independencia cuencana, ahora gira en torno a ellos.

Por esa razón, la UNAE trabaja con otras instituciones, como la Junta Parroquial y el Instituto de Economía Popular y Solidaria, para que la comunidad se integre a ese desarrollo, asegura León. De esa alianza salió un programa de capacitación para los habitantes de la parroquia, en áreas como emprendimiento y manejo de alimentos.

Nube Chuya participó en uno de esos talleres. Ella tiene una tienda pequeña, pero desde hace tres meses se convirtió en la proveedora de pan para los refrigerios de los obreros. “Nos va muy bien, yo vendo unas 1.000 unidades al día”, cuenta la mujer, que está rodeada de canastos con panes de diferentes sabores, al interior de una carpa ubicada al costado de la vía.

Otros aprovechan la demanda de vivienda. En el hogar de Cristian Ruilova, por ejemplo, decidieron construir un departamento adjunto a la casa para ponerlo en renta. En el centro parroquial, arrendar un cuarto con acceso a servicios compartidos oscila entre 70 y 150 dólares.

“Se puede ver cómo la gente empieza a probar otras actividades económicas”, dice el teniente político, José Bravo. Esta población se ha dedicado tradicionalmente a actividades manuales: herrería, picapedrería, tejer sombreros de paja toquilla. Además, una fuente importante de ingresos han sido durante muchos años las remesas de los migrantes.

Las autoridades están conscientes de que el lugar empieza a ser un polo de desarrollo. Si se considera que la proyección inicial del Estado es que la UNAE acoja a 5.000 estudiantes, las necesidades futuras de esta población ya no serán solo de vivienda y alimentación, por lo que las autoridades parroquiales han planteado a la Municipalidad de Azogues la elaboración de un plan urbano, que permita ordenar a tiempo el crecimiento que se proyecta.

La alimentación es la principal demanda
A lo largo de la avenida Independencia, que es la vía de entrada a Chuquipata, hay varios puestos informales de comida. Todos son administrados por mujeres, algunas son esposas de los obreros. La Junta Parroquial planifica ubicar estos pequeños negocios con la intención de organizar el sector.

Familias ofrecen varios servicios
Además de la vivienda y la alimentación, los estudiantes y docentes que llegan de fuera tienen otras necesidades. Hay un servicio de lavandería para estudiantes y una asociación de economía popular y solidaria, que ofrece a la universidad servicios de limpieza, jardinería, entre otros.

Se requiere atención a otras necesidades
En el sector Monjas, donde se asienta la institución superior no hay aceras, hay más demanda de espacios públicos, de servicios como transporte, agua potable, alcantarillado, seguridad… “El presupuesto no crece al mismo ritmo que las necesidades”, dice el presidente de la Junta Parroquial. (I)

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