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Jóvenes de El Tambo, tras la huella de la música cañari

Los integrantes de la Banda Municipal de El Tambo son jóvenes que así como interpretan instrumentos de percusión y viento, se interesan por aprender a conocer los secretos de los instrumentos cañaris.

Soplar un churo o una bocina es difícil. José Germán Quito Arce lo sabe, porque alguna vez intentó hacerlo. Cuando, el joven músico contemporáneo de 22 años mira al bocinero tocar y al hombre del churo soplar la concha, se queda casi anonadado de la fuerza de los pulmones de esos hombres; pero también se queda fascinado porque, desde su concepción cultural, los sonidos de esos dos instrumentos ancestrales cañaris son una hermosura.

Los bordoneos del churo y de la bocina son aspectos que lo marcan como ecuatoriano y como cañari. Para el muchacho integrante de la Banda Municipal de El Tambo -una joven integración musical- quizá, estos son de los pocos espacios geográficos donde la gente toca estos instrumentos y todo ecuatoriano debería sentirse orgulloso de ellos.

Historias de jóvenes músicos

José es músico de oído. Ser músico es una vocación que se presentó con fuerza cuando tenía diez años de edad y su primer regalo fue una batería, elemento que reforzó ese amor por el arte. En ese entonces, conforme abandonaba su pubertad y avanzaba a la adolescencia, su ritmo preferido era el rock, el heavy metal específicamente. Un mundo al cual no vaciló ingresar, pero -como dice el muchacho- sin olvidar su entorno y explorar otras formas de hacer y ensamblar melodías.

Dos fases completamente distintas llegaron y llenaron entonces el espíritu musical de José: el rock, de una cultura más universal; y la música ecuatoriana, que es muy suya y de su gente.

“La sensación que deja la música ecuatoriana es increíble. Es una música importante para nuestra cultura y es un orgullo ser partícipes del rescate a las costumbres y tradiciones de nuestro país. Es muy importante para toda la sociedad, que se conozca y escuche la música nacional que nos representa”, ese es el sentimiento del joven músico, que no se hace problema si se trata de interpretar un instrumento de percusión o viento.

Ese artista que aún no adquiere la destreza para soplar el churo, deja claro que, las nuevas generaciones no tienen muchas oportunidades para aprender los secretos de los instrumentos musicales cañaris de viento: primero, porque los maestros son escasos, algunos ya mayores; y segundo, los pocos que hay tienen ocupaciones diversas y trabajan para subsistir.

“Estamos formando la banda centrados en que primero hay que dominar lo uno, es decir la música tradicional ecuatoriana, para después aprender lo histórico y ancestral de las culturas originarias de nuestro país”, es el pensamiento del tambeño.

Germán es uno de los integrantes de la Banda Municipal. Junto al maestro formador Felman Espinoza fueron los primeros instrumentistas en integrar un conjunto que, tiempo después desapareció. Ahora, desde noviembre del año pasado, los artistas vuelven a juntarse y a sumar nuevos participantes que quieren conocer el universo musical.

Otro integrante

Sebastián Santander se ubica en el mismo grupo de las nuevas generaciones que intentaron tocar un churo o quipa. “Eso es difícil, porque no es solo tomar el instrumento y soplar, exige saber de embocadura y yo todavía no aprendo, porque poco apoco me adentro a este arte de la música”, asevera el joven que tampoco ha soplado un pinkullo, es más nunca ha cogido un pequeño instrumento andino de viento como ese.

Tampoco está entre sus destrezas tocar el pequeño bombo cañari o las cajas como lo identifican en su tierra. Su afición por la música se ha centrado en los instrumentos musicales sinfónicos y en instrumentos andinos de cuerdas.

Eso no significa desinterés por el saber musical que le dejaron sus ancestros cañaris. Para el estudiante secundario, conocer lo que dejaron los abuelos es una inclinación de toda la gente del cantón, es la única manera de saber de donde vienen. Ciertos pasajes de la historia de su pueblo lo aprende de la mujer que lo crió, una indígena cañari que siempre le cuenta cómo antaño eran las fiestas, las reuniones, la misa, la vestimenta de su pueblo. Es una mujer kichwa, pero Sebastián no aprendió la lengua.

El joven de 14 años estudiante del Bachillerato General Unificado es otro de los integrantes de la Banda Municipal. Sebastián no es hijo de músicos y en su familia no hay antecedentes de gente que la ejerza. “El loco de la familia”, como se identifica por su apego al arte, aprendió a tocar el trombón y desde su auto-formación sabe ejecutar la guitarra y el charango.

En el testimonio de su apego por el arte dice: “En la casa tengo dos guitarras, un charango y algunos instrumentos que mi mamá me compró. El trombón es un instrumento de viento al que llegué porque el profe dijo vamos a formar la banda y ya pues”. Ahí está el resultado de esa vocación por hacer música para la gente.

Un músico de oído

Dos baquetas en la mano son suficiente para entender que Luis Fernando Chávez es el percusionista de la banda. A sus 25 años, Luis logra hacer realidad el sueño de ser músico. Antes de empezar a dar tonalidad a los timbales, tocaba la guitarra al oído. Las lecciones que le entrega Felman, el maestro, le ayudan a entender la música de una forma académica. Al inicio, fue difícil adaptarse al conjunto, más el ahínco y persistencia llevaron a Luis a ejecutar sin mayor problema la música nacional.

Parea los jóvenes músicos de El Tambo, la música es un elemento que rodea su existencia. En su infancia, Fernando ejecutaba música con las tapas de las ollas que hacían de platillos; o con un palo sobre la misma olla que hacía de tambor. Esos orígenes en el arte marcarían una afición por las tonadas de su pueblo; así lo testimonia en un momento en el que deja el instrumento de lado y conversa de sus aspiraciones como artista.

“Me interesa la música cañari, yo escucho música nacional pero sobre todo me alegra la música de Manuelito Duchi y del Inti, que son melodías andinas y cañaris propias de Tambo con las que se relaciona y le gusta a la gente, sobre todo cuando uno se va a una fiesta y suenan canciones que son para bailar y disfrutar”.

Las ganas por acercarse a los instrumentos milenarios de su gente no se quedaron en deseos. Alguna vez, Luis Fernando intentó tocar un churo y le resultó difícil. De la bocina, sólo a visto al bocinero, a Don Miskiucho, un anciano que es el primero en salir con su instrumento para tocar y así convocar a la minga en Culebrillas. “No me he acercado a los ancianos, a veces porque la juventud se apega por el rock pero sin dejar de lado lo cañari. Soy de aquí y voy aprendiendo poco a poco”, dice.

La intención del músico es mantenerse en las composiciones del pentagrama nacional, para después en un ambiente de adentramiento a la cultura de su pueblo tomar la música cañari. Para el instrumentista, cuanto más tiempo está en la música, más se acopla a los ritmos y mayor es el deseo de aprender y mejorar.

La Banda Municipal

Doce músicos entre percusionistas y ejecutores de vientos metal integran la Banda Musical del Municipio de El Tambo. La agrupación es nueva, se abrió en noviembre del año pasado.

Felman Espinoza, oriundo del lugar, es el director del conjunto. La especialidad de la banda es la interpretación de sanjuanitos y albazos. El objetivo del maestro que toca el bombo y sus alumnos seguidores es tener un conjunto propio del cantón y que los jóvenes se vinculen por este arte.

Ejecutores del saxo, trompeta, trombón, clarinete, huiro y batería dan forma a la banda. “Antonio Mucho”, un sanjuanito cañari, es la primera melodía que lograron interpretar al inicio de la agrupación. A decir del director Espinoza, el “Antonio Mocho” es el sanjuanito más sencillo de interpretar porque tiene notas normales.

La banda ensaya de lunes a viernes de 14:00 a 17:00. Felman instruye a los instrumentistas de viento y percusión. Los músicos que interpretan el timbal, bombo, huiro y platillos empezaron sus labores hace tres meses; mientras con los vientos se labora desde noviembre. El municipio entrega los instrumentos a los músicos.

Con la asistencia de los jóvenes se abrió una especie de escuela musical con exigencias que posibiliten una formación profesional a los músicos. El proceso de enseñanza por parte del profesor incluye las clases presenciales y las tareas de lectura musical en casa. Los lunes, miércoles y viernes se desarrollan clases teóricas; martes y jueves y son ensayos prácticos, sobre todo de percusión que es más complicado.

“La relación con la comunidad es buena, todos vamos con ese ánimo para tocar donde nos inviten, ya sea en el pregón de las fiestas, en cualquier corrida taurina, que son eventos donde requieren de una banda”, afirma Felman. (I)

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