
Azogues es musa de poetas y pintores que sienten su esencia, que exaltan su historia y se regocijan de sus montes Cojitambo y Abuga, de sus casas de barrio, de su gente trabajadora, de sus mujeres y de su río Burgay.
Los escritores hablan de la historia de Azogues que se enriquece desde mucho antes de su independencia, desde el lejano 4 de octubre de 1562 fue fundada por los españoles con el nombre de San Francisco de Peleusí de Azogues:
San Francisco porque su fundación se confió al santo de Asís; Peleusí, porque en aquellos tiempos los campos estaban llenos de flores amarillas llamadas pileus; y Azogues, por la existencia de minas de mercurio o azogue.
Lauro Yumbla Lucero, en su poema “Azogues: Historia Palpitante”, cuenta entre rimas, sus cinco siglos de historia: las fechas cívicas que se rememoran en octubre y noviembre, pero también las lavanderas que restregaron la ropa con penco blanco en las piedras del Burgay, la histórica visita del Libertador Simón Bolívar, un 30 de octubre de 1822.
También resalta acontecimientos más contemporáneos, como el 31 de octubre del 2000, cuando Azogues, por sus encantos naturales, cultura y conjunto urbano, fue declarada Patrimonio Cultural y Urbano del Ecuador.
El himno de Lauro Yumbla termina con estrofas alusivas al 3 de noviembre de 1880, cuando la ciudad fue declarada como capital provincial del Cañar y al 4 de noviembre de 1820 día de su independencia política.
Fausto Andrade Bautista es otro hijo de Azogues, quien con su pincel pintó los paisajes urbanos y naturales de la ciudad, cuando ésta aún preservaba sus casas de adobe y techos de teja; así, los barrios más antiguos, las iglesias, las escalinatas y puentes yacen sobre lienzos y papel, perennizados en el tiempo.
El ferrocarril llegó a Azogues en 1948. Los viernes llegaban los comerciantes de lozas, vajillas, fierro enlozado, telas importadas, que vendían los sábados en puestos en las calles circunvecinas al mercado Bartolomé Serrano.
A finales de los años 60, con la instalación de la Fábrica de Cementos Guapán, empieza una época de mejora económica, por la creación de fuentes de trabajo, cambian los hábitos de construcción, se reemplaza los adobes por cemento y bloques.
En la actualidad la cementera ya no tiene la misma influencia que antaño, hoy son las iniciativas privadas y las empresas familiares, las que dinamizan el campo laboral y la economía.
Personajes como Rodrigo Román Pesántez, que manejó un taller automotriz e industrial en la época del florecimiento de esta ciudad, hace casi medio siglo, no dejaron de hablar de la agricultura y el tejido del sombrero de paja toquilla, como las actividades productivas del Azogues de antes.
Una de las canciones emblemáticas cuyo sonido es más habitual escucharlo cuando se celebran fiestas en honor a la ciudad es “La Azogueñita”, de autoría de Aurelio Ochoa Carrasco, quien según el Tomo III del “Libro de Azogues”, “en una fiesta familiar busca una guitarra y comienza a rasgarla, se encontraba admirando a una mujer en el baile, a quien comienza a cantarle la famosa estrofa Azogueñita, tu amor me mata”.
La ciudad de hoy todavía conserva en algunas calles, la piedra labrada, las casas antiguas, algunas refaccionadas, principalmente dentro del centro histórico, los balcones donde florecen los geranios y las escalinatas en su geografía irregular.
Cuando se camina por las calles de la ciudad, saltan a la vista los grandes murales en las paredes y cerramientos de planteles educativos, de espacios públicos y de algunas casas de arquitectura popular y moderna.
Los cerramiento, antes grises, hoy relucen con paisajes, alegorías de momentos históricos, retratos de personajes ilustres de la provincia del Cañar, el país y el mundo y representaciones pictóricas de las tradiciones y costumbres populares.
Y están las edificaciones modernas, como el edificio de siete pisos, cuatro sobre el nivel de la vía y tres subterráneos, donde funciona el Centro de Atención Ciudadana, en La Playa, que len da a la ciudad una nueva característica urbana que no rompe la armonía con los elementos del pasado.
El 4 de noviembre de 1820
El 3 y 4 de noviembre de 1820 son fechas históricas de Azuay y Cañar por las gestas emancipadoras de Cuenca y Azogues, proezas que se dieron gracias a las sublevaciones populares y levantamientos patriotas, en una sola fuerza para luchar contra el poderío realista.
En el Tomo I del “Libro de Azogues” se anota que una vez que se declara el movimiento de independencia en Cuenca el 3 de noviembre de 1820, la acción de los hijos del Cañar fue tan decisiva y oportuna, reconocida en los mejores términos los historiadores.
Se recuerda que el día 3, los patriotas cuencanos al mando del capitán Tomás Ordóñez pensaban en una retirada, ante el asedio de las realistas y la imposibilidad de contenerlos.
En estos momentos cruciales cuando el peligro se cernía sobre Cuenca empezaban a flaquear los ánimos y parecía alejarse la causa de la independencia, el histórico 4 de noviembre de 1820 se presentó en la capital azuaya, entrando por El Vecino, el pueblo de Chuquipata, Azogues, Déleg, Biblián, Cañar, Taday y más lugares aledaños, armados como pudieron, prestando una ayuda sustancial a las fuerzas patriotas.
De esta forma se consiguió disuadir a los realistas, quienes temerosos de una contundente derrota se replegaron y aprovecharon los patriotas comandados por Loyola para tomar el poder en Cuenca.
Esta acción de Loyola, uno de los sacerdotes patriotas más destacados al frente del pueblo rebelde, fue sin duda valerosa y factor decisivo para el triunfo patriota. (I)