
Cruces que se muestran en diferentes formas, tamaños y estilos, tanto vacías como con el cuerpo de Cristo fijo a ellas, los crucifijos, forman parte de la colección del artista plástico Pedro Sarmiento, un azogueño que siente especial admiración por este signo que representa el sacrificio de Jesús y que está ligado fundamentalmente a la religión y a la iglesia.
Son más de 185 cruces y crucifijos cuyas formas expresan los estilos desarrollados a lo largo de la historia del arte, que hoy siguen siendo replicados por hábiles artistas y artesanos de todo el mundo.
La colección la inició en el año 2000, cuando Pedro Sarmiento, estando en la ciudad de New York se sitió atraído por un crucifijo el cual adquirió y pasó a ser el primero de la serie que se constituiría luego, con cruces hechas en Colombia, Perú, India, Estados Unidos y Ecuador.
En mayor número estas cruces fueron trabajadas en madera, pero también las hay de piedra, tagua, metal, mármol y otros materiales a los que el artista da forma, para representar el signo que prevalece en las diferentes comunidades cristianas.
La cruz más común es la más utilizada por la Iglesia Católica, la Cruz Latina, representada por un línea vertical atravesada en su parte superior por una línea horizontal.
Pero están también las cruces Tau, Griega, Ortodoxa, de San Juan, de San Benito, De San Damiano, de las estaciones de la Cruz, la Céltica y otras, entre las que figuran los propios trabajos y adaptaciones de Pedro Sarmiento, como la cruz de un famoso cuadro de Salvador Dalí. Las hay también construidas con lápices, borrador y sacapuntas y con tenedores y cucharas, que, sobre un madero representan la imagen de Cristo.
Entre las representaciones sobresale una en particular, se trata de la cruz de “El Señor de Piura”, representado por un campesino crucificado sobre una cruz formada por un machete y una pala. Cada uno de estos elementos, simbolizan el sacrificio de los hombres trabajadores del campo, comenta Sarmiento.
La más pequeña de las cruces de su colección mide aproximadamente dos centímetros y la más grande cerca de un metro. Aunque el valor intrínseco de esta colección no tiene precio, el propietario estima que hasta la fecha ha gastado alrededor de 2.000 dólares.
“Cuando quiero hacer oración, entro a este cuarto y les pido a todos; creo que en la unión está la fuerza”, dice este artista que quiere llevar su colección más allá de las paredes de su casa para compartirla con el público en una exposición, para ello está estudiando más sobre los diferentes estilos de este símbolo de fe.