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Reconocen a artesanos que arreglan sombreros

Francisco Santacruz, Héctor Quishpi, Héctor Urgilés, Luis Saquipulla, propietarios de sombrererías
Francisco Santacruz, Héctor Quishpi, Héctor Urgilés, Luis Saquipulla, propietarios de sombrererías

Héctor Quishpi, Luis Zhinín, Francisco Santacruz, Héctor Urgilés y Luis Saquipulla, son artesanos propietarios de las últimas sombrererías que funcionan en Azogues; ellos, recibieron, ayer, un reconocimiento a su labor de parte del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, informó la responsable de la Unidad de Turismo del municipio local, Diana Araujo.

Los artesanos que fueron reconocidos llevan varios años arreglando sombreros, es una actividad que la heredaron de sus padres o que aprendieron cuando trabajaban como operarios de reconocidos maestros de ese oficio.

Francisco Santacruz, de 49 años, trabaja 26 años arreglando sombreros, esta labor la aprendió del maestro Luis Antonio Rojas. Comenta que está actividad está muriendo, pues la demanda ha bajado casi en un 75%; “ahora está todo en quiebra”, dice.

Se queja porque nunca ha recibido ningún tipo de apoyo, ni siquiera porque el sombrero de paja toquilla es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, declarado por la UNESCO, subraya.

“No hay apoyo ni para maestros artesanos, ni para las tejedoras, que son gente del campo que vive del sombrero, y que hacen tanto sacrificio para vender un sombrero a 2 o 3 dólares”, refiere.

Comenta que la gente está dejando de utilizar esta prenda, a pesar de que es parte de la vestimenta típica de los habitantes de los sectores rurales; por eso, ante la falta de demanda, hoy en día es necesario contar con aporte institucional para que este tipo de arte se mantenga, señala.

En su taller, ubicado en las calles Sucre y Rivera, Francisco Santacruz realiza todo un proceso con las obras que le encargan: Primero moja los sombreros, luego procede a sahumarlos y, posteriormente a lavar, secar, engomar, calzar, planchar las faldas, blanquear, dar las figuras, dejar secar y el toque final. Todo este trabajo cuesta 7 dólares por unidad.

Héctor Urgiles Rodríguez, de 54 años, tiene su taller en la parroquia Luis Cordero, a esta actividad se dedica 35 años. Coincide con su compañero al señalar que esta actividad está desapareciendo porque la mayoría de la gente va abandonando la costumbre de usar sombrero.

“Nosotros estamos cada vez preocupados y en la desocupación; a esta edad querer conseguir un trabajo es muy difícil.

Ningún apoyo hemos recibido por el momento… estamos en el abandono”, sostiene Héctor Urgiles.

Otro de los propietarios de uno de los cinco talleres que funcionan en Azogues, es Héctor Quishpi, de 35 años de edad, quien empezó a sus 14 años de edad a aprender este oficio, hoy tiene su propio negocio, el cual le da para sobrevivir.

El más joven del grupo es Luis Saquipulla, de 24 años. Él está consciente que el negocio ha bajado, por eso estudia por la noche, pues no descarta la posibilidad de cambiar de oficio. Su padre trabajó alrededor de 30 años en esta actividad. (I)

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