
Once kilómetros al sur de la ciudad de Azogues, esta la parroquia Javier Loyola conocida por su historia, tradiciones y expresiones ancestrales que se manifiestan en el trabajo de sus artesanos que se esfuerzan por mantener el patrimonio tangible e intangible que heredaron de sus antepasados.
Allí viven los hermanos Quinteros García, quienes desde niños se dedican a la herrería. los conocimientos los heredaron de su padre quien falleció a los 75 años y hasta el último día de vida se dedicó a fundir y dar forma al hierro, metal que es la principal materia prima para la elaboración de herramientas agrícolas y de la construcción como: lampas, barretas, picos, palas, puntas, púas y además adornos y juguetes.
Jorge Quinteros, de 55 años, hace un alto a su trabajo para relatar la historia de la familia, sobretodo de los de su generación, que está conformada por sus hermanos, Vicente y Teodoro, quienes vivieron el apogeo de esta actividad, al igual que están viviendo su debacle, pues según comentaron, antes, en cada calle de la parroquia funcionaban talleres de herrería: “había quince, ahora quedan sólo tres”, dijeron.
Recordaron que cuando eran niños empezaron elaborando objetos pequeños, como cuchillos y juguetes; luego, poco a poco, fueron adquiriendo las destrezas y la fuerza para levantar combos de 4, 12 y hasta de 14 libras para forjar los pedazos de hierro.
Los hermanos no utilizan ninguna prenda de protección para realizar su trabajo porque dicen que “es un estorbo” y por eso prefieren agarrar con sus manos las tenazas que sostienen los pedazos de hierro reciclado que se calientan a fuego vivo con la ayuda del fuelle, que aviva el carbón encendido.
Durante todo este proceso, los peligros están presentes, “pero hay que encomendarse a Dios y hacer las cosas con tino para evitar los accidentes, aunque a pesar de ser cautelosos, pasan”, expresó Jorge, quien hace cuatro años fue alcanzado por un pedazo de hierro de cinco centímetros, que le perforó uno de sus pómulos.
Para conseguir la materia prima recorren los talleres mecánicos para obtener piezas de automotores. “Antes las traíamos de Guayaquil porque en Cuenca no se reciclaba. Cuando llegó la línea del ferrocarril se utilizaban los clavos para hacer los herrajes, la parte superior de las rieles para fabricar las hojas de las barretas; después se traía como material restos de los primeros carros que llegaron a Guayaquil e incluso de los barcos”, relatan.
En un buen día de trabajo, estos artesanos pueden fabricar entre 15 y 20 picos, los cuales se hacen en serie, al igual que otras herramientas para la agricultura.
Después de la dolarización esta actividad bajó en un 80% su rentabilidad, “ahora sólo se saca para la comida”, expresa Teodoro, quien además recuerda los buenos tiempos del negocio. “Hace varios años, distribuíamos en los almacenes y a los negociantes que llevaban a otras ciudades del país; ahora sólo tenemos un puesto de venta en el mercado de San Francisco, en Azogues y entregamos en la Plaza Rótary, en la Feria Libre y en el mercado 10 de Agosto, en Cuenca”, afirma.
Estos artesanos que sienten que en sus manos morirá esta actividad porque sus hijos ya no la ven nada rentable, lamentan que los productos hechos en China, Colombia y Brasil, incluso de menor calidad, hayan invadido el mercado y quitado el trabajo a los artesanos ecuatorianos.
La migración que ha provocado el abandono de los campos, también es otra de las causas de la baja de esta actividad que se resiste a morir con quienes, quizá, sean los últimos artesanos que en Javier Loyola transforman el hierro en artículos útiles, novedosos y decorativos. (DCC)
El hierro luego de ser traído desde las mecánicas es escogido de acuerdo a las necesidades; entre los pasos para la elaboración de un trabajo están el calentado del hierro, forjado, temple de las piezas y esmerilado.
Comentan que las técnicas conforme pasan los años han cambiado poco, “antes se soldaba por medio del calor, es decir por fundición, ahora se utiliza la suelda; también, antes se unían las piezas con remaches”, recuerda Teodoro.
Los agricultores, albañiles y ebanistas son quienes aprecian el trabajo de los herreros, porque, según comenta Jorge, las herramientas se elaboran de hojas de resorte, con las cuales se forman zapapicos y rejas de arado; con las varillas lisas se hacen barretas, que son adquiridas principalmente por las personas que se dedican a tallar la piedra.